Os anticipo que esta narración es totalmente ficticia, 😉 , así que cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Esto es la historia de una señora de cuarenta y pico años que estuvo algunos años en paro y aunque nunca perdió la esperanza de encontrar empleo y nunca frustró su intento, buscaba y buscaba, una pizca de desánimo tenía (como cualquier ser humano). Todo cambió cuando por fin encontró un puesto de trabajo de su ámbito, más o menos, pero no de su categoría laboral, por supuesto mucho menor.
Habiendo trabajado en varias empresas anteriormente, esta «personaja»nunca había estado en un lugar semejante. Cada mañana entrar en su oficina era como entrar en el túnel del tiempo, como si uno fuera parte de un capítulo de Cuéntame (serie española). Es más, la filosofía de la empresa era parecida a los tiempos de Paquito (léase Franco). Y no era para menos si la propietaria-dueña-jefa tenía 95 años y seguía al pie del cañón en todos los términos, ejerciendo mandato como jefa y los demás puestos detallados. No era para menos porque según ella, en el fondo ella mandaba y ella pagaba.
La vejez es sabiduría pero evidentemente para depende qué, una avanzada edad es al menos un tanto perjudicial. Por ejemplo querer controlar lo que se escribe en una carta, la literatura que ella decía, y llegar a un punto que quien escribe no se es libre, y el estilo marcado es del siglo XIX, pues como que no. O donde dije Digo dije Diego, o simplemente no acordarse de lo hablado días antes y negarse rotundamente a aceptar que sí, claro que se habló.
Pero la protagonista era optimista y fuerte desde siempre y consideraba ésta, una etapa más de su vida. Y la vida se hace de quemar etapas.
Próximo capítulo: compañeros de trabajo.